sábado, 15 de abril de 2017

Hercúleo


Estoy montando un pequeño estudio de grabación en mi cuarto, veremos que soy capaz de hacer. Mi cuarto es como una torre de babel con miles de idiomas susurrando por cada uno de los rincones. Idiomas de música y de libros, de cigarros y whisky, de pipas y de cervezas. Sonidos que van y navegan porque sí…con mis guitarras a un lado y mi ukelele y mi pandereta. Sonidos de libros que molan y que arrumban pensamientos, que aterran al más pintado y que son fuera de lo común. Sonidos que no quieres mirar, visiones que no quieres escuchar. Así es mi cuarto. Un territorio baldío donde la escarcha hierve y la lava se va congelando entre el frío y el aburrimiento.
Y me prohíben las lecturas, no me gusta que me prohíban leer, me apetece leer lo prohibido por el mero hecho de estarlo, síntoma de culpabilidad en juicio público contra el sistema totalitario que algunos quieren imponer.
Ahora me pongo el bueno el malo y la reina, disco raro de grupo raro formado por varios tipos comandados por el simpático Damon Alborn. Un experimento de los suyos que yo me compré, como no, para pasearlo de estantería en estantería.
Ahora, con mis guitarras, tengo que hacer algo, las dejo desempolvadas en soportes varios, las dejo en sus fundas. ¿Saco los cables? ¿Los dejo preparados para grabar?
No sé, esto de hacer cosas te entretiene mientras otros te acusan de malo malísimo. Yo quiero leer, no me gusta que no me dejen, ni siquiera aunque la lectura sea de desiertos.
El desierto es algo recurrente, quizás porque s un mentira, no es frío ni caluroso, es desolador, eso sí…pero algunos lo subliman…Katehrine. Almasy.
Alguien puede pensar que lo que piensas después de una película es falso…bueno, no en mi caso, son realidades del mundo que me rodea. De mí mismo. Lo que quieran ver los demás es lo que los demás quieran decidir, la verdad no depende de juicios sino de realidades.
El disco tiene tintos del oeste de vez en cuando, de película spaguetti y me gusta. Supongo que el título del mismo tendrá que ver…a mí me ha ce gracia, y por otro lado me recuerda el Think Tank de Blur. Supong que Alborn se sintió muy liberado al dejar un poco ode lado al genio de Coxon…si bien luego tuvo que volver a él para elaborar el sublime The Magic Whip. Látigo mágico que nos azota para hacernos sonreír por el deseo que esconden nuestros días.
Y el día a día se vuelve un trabajo hercúleo…

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