Mi isla...

Hoy es 4 de julio, en Estados Unidos celebran su gran día, el de la proclamación de la independencia. En España también es 4 de julio, verano. España incluye Madrid. Supongo que también me incluye a mí, pero no me veo en un verano de risas. Hay veranos de desánimo. Y las islas son un refugio cuando te vetan para pasear por la ciudad. Cuando te prohiben escribir tu lamento en el diario que fascinaba. Ya no fascina...ya no soy nada.

La isla del retiro no tiene muebles, no hay tarimas de madera noruega, no tiene pistas de baile, no hay fiestas, no hay una orquesta...un desvencijado radio cassete es quien me proporsiona música imprescindible para estos días. Al ser un medio tan caduco las cintas que tengo son tremendamente antiguas, rebobinadas con bolígrafos para no gastar baterías. Canciones que no son brillantes, es la banda sonora de la isla cuando no puedo más que recurrir al pasado...encontré esta canción de los Hollies para poner sonido a los paseos.

Esta isla no tiene playas acogedoras, acantilados escarpados bordean su orilla y un paseo con aroma salado -de dudoso origen, cualquiera pensaría que es la sal del agua marina-, me permiten circunvalarla una y otra vez en una rutina circular que termina donde empieza. Y contemplo el recuerdo de la ciudad de la que me desterraron, y al contemplarlo el aroma del paseo se vuelve más salado o, al menos, esa es mi percepción.

Esta isla no puede proclamar la independencia pues no tiene de quien independizarse, no hay nada que marque las reglas de la misma. Esta isla se consuela sintiendo mis huellas sobre sus terrenos, y la tibieza del día nos calienta al igual que la luna nos recoge para soñar con paseos en la ciudad.

Esta isla siempre me espera sin desear mi vuelta, siempre me acoge, triste por verme paseando por ella, afligida pero con la sabiduría de quien sabe dar un abrazo cuando lo necesita.

Hoy es cuatro de julio y camino por mi isla. Deseando salir de ella, que me abran la ciudad y, mientras tanto, agradeciendo su acogida.