lunes, 15 de octubre de 2018

Chascar los dedos, continuación

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Pero estos pensamientos no tenían que ver con lo excepcional de la jornada, excepcionalidad que yo no alcanzaba a vislumbrar y que posiblemente haga que el lector esté en ascuas respecto a ese tremebundo suceso que anuncié se presentaría más adelante. Bueno, yo soy así, un poco grandilocuente a la hora de contar las cosas. Conseguir una reserva en el restaurante de moda lo puedo presentar como si fuese algo parecido al primer viaje a la luna o al nacimiento de un hijo. Pero es la presentación el problema, la expectación que creo antes de contar el hecho en sí. No valoro muchas veces que mi percepción no es la misma que la de la gente que me rodea. Comprar un disco de Bill Evans puede parecerme algo grandioso pero, seamos serios, eso a la gente normal le parece algo irrelevante. También es cierto que a mí me parecen irrelevantes los demás, en su conjunto, así que aparentemente la balanza está equilibrada.

Así que para no generar más intriga empezaré por el final de la comida que tuve con Juan, a los postres y después de conversaciones de trabajo más o menos banales Juan me dijo dos cosas, ambas impactantes por separado pero que al juntarlas producían un combinado similar a la nitroglicerina en el alma. 
- Ernesto, quería comentarte un par de cosas y espero que seamos razonables una vez que las sepas.

Con ese comienzo debería haberle dicho que me acababan de llamar de la Casa Real para ofrecerme la presidencia de gobierno o que al Real Madrid me había elegido nuevo técnico o, mejor aún, ambas cosas, iba a ser presidente-entrenador y, por tanto, tenía que ausentarme. Pero me arriesgué y seguí sentado.

- Pues tú me dirás Juan.
- ¿Te acuerdas de la fiesta de Navidad?, me presentaste a Susana, tu mujer.
- Sí...
- Bueno, nos hemos estado acostando desde entonces, unas cuatro o cinco veces.

En ese instante pasó un tren, el restaurante está cerca de unas vías de Cercanías, pude oir el tren, creo que hasta pude aprecias las conversaciones de la gente dentro de los vagones, mi mente comenzó un trayecto extraño donde no tenía claro el norte y el sur pero con un Oeste y Este claro, por un lado no había sol, por el otro había brasas. Susana se estaba acostando con Juan lo cual me convierte en el tipo que no se entera de nada. Lo de cornudo me da más igual, es una palabra ofensiva cuando lo que cuenta en estas cosas no es tanto el engaño como el futuro. El engaño pertenece al pasado, y tu vida se juega con el futuro. ¿Qué iba a pasar?

- No me jodas Juan, no me jodas.
- Ya, Ernesto, tenía que habértelo dicho antes...
- No joder, no tenías que haberlo dicho antes, la cuestión es si me lo tenías que haber dicho ahora.
- ¿Cómo?

Mi hilo de racionalidad era complicado, en general, de entender en el día a día, digamos que soy algo complejo en las conclusiones y construcción argumental. Tengo razones y reflexiones que no son al uso, y este era un ejemplo más.

- A ver Juan, el asunto es, ¿esto supone que Susana me deja? o ¿esto se ha acabado y no vais a volver a hacerlo? o ¿está Susana enamorada de ti? o ¿lo estás tú de ella?

- Ya...bueno esas preguntas enganchan con lo otro que te quería decir.
- Joder es verdad, que son dos cosas, pues la primera ya es complicada de superar.
- Estoy enamorado de ti Ernesto.

En ese instante un segundo tren pasó por la estación Victoria, en Londres, puede oirlo perfectamente, y a la gente andando y susurrando palabras en la lengua de Dickens, hasta los veía, cerrando los ojos los veía, vi el tren, la gente, pitillos en el suelo pisoteados, una carreta del siglo XIX con un tipo vestido de época llevándola, un vikingo, dos cebras, el manifiesto comunista siendo escrito por Engels y podía oir la pluma deslizando por el papel. Mi mente no entendía nada. Bajé a la realidad y un infierno me esperaba tras las palabras que escuchaba.

- Pero...¿qué cojones dices? ¿estás enamorado de mí y te acuestas con mi pareja?, pero...¿eres gay?
- Creo que sí.

Yo sé que a veces empleo una lógica difusa...muy difusa. Pero las palabras de Juan obedecían más bien a una lógica imposible. No sabía si era gay pero se acuesta con mi pareja que es mujer y que lleva dos semanas a vueltas con lo de casarnos. Y habíamos comido con agua así que el alcohol no podía ser. Llamé a camarero y pedí un whisky solo.

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