domingo, 9 de diciembre de 2018

Idea


Las maniobras de la desolación surgían en la vista de Calloway. Calloway en realidad se llamaba Fernando pero siempre le había gustado lo de Calloway. A sus amigos les decía que le llamaran Calloway pero todos le llamaban “Fer”, otro fracaso en su cadena de intentos de reivindicarse como distinto.
Ahora Calloway estaba contemplando a su novia, bueno, más bien, su ex novia. Ella estaba separándose de él, estaba rompiendo, humo, fuera, eres un recuerdo, adiós. Isabel había elegido una fiesta familiar para decirle adiós, y él no entendía nada. Según ella le decía que no tenía sentido seguir juntos, los hermanos de Isabel pasaban a su lado, Rodrigo, el ingeniero de talento y educación exquisita le acababa de servir un bourbon solo “toma Fer, que sé que con coca cola no te gustan estas cosas” y Antonio, el mayor, le acababa de regalar unas entradas para ir al Bernabeu, donde la empresa de Antonio tenía un palco.
Todo era extraño, Fer “Calloway” tenía una copa de McCallan 18 años, sentado en el porche junto al jardín de la casa de los padres de Isabel, con toda su presunta familia política saltando ufana a su alrededor, e Isabel acababa de dejarle. Un ciclón de ideas le pasaban por la cabeza tan rápidas que no podía atrapar tan sólo una que le permitiese pensar cómo reaccionar.
-          Fer, esto es lo mejor, yo creo que no estamos a gusto ninguno de los dos.
Eso de romper repartiendo las culpas era algo que le jodía sobremanera. Era ella la que quería romper, ¿por qué tenía que decir que eran los dos los que no querían continuar con la relación? Puede que la situación fuera un poco tensa en los últimos meses, el cambio de trabajo de Calloway y la presión por tener un hijo por parte de la familia de Isabel estaba desquiciando las cosas. Llevaban 3 años viviendo juntos, una pareja estable a vista de todos. Calloway era un poco raro, costó que la familia de Isabel le aceptara, pero pasado el tiempo hasa le vieron como el ingrediente peculiar en la familia lo cual, desde un punto de vista esnob, se había convertido en algo de lo que presumir por parte de los padres de Isabel “nuestro yerno es muy raro, escritor o algo así, pero encantador y además Isabel está estable, tranquila, hasta feliz diría yo, así que no podemos pedir más”. Eso es lo que José Antonio, el padre de Isabel, solía decir…porque Isabel había dado muchos problemas.
Hija de familia adinerada, creció con todos los caprichos de la única hija, caprichos y fiestas, cuando cumplió dieciséis años en su puesta de largo dedicó unos treinta minutos de la fiesta que le organizaron sus padres para inaugurar su nueva etapa con una felación a un primo casado de más de treinta años. Sus padres no lo supieron y, se podría decir, que a ella no le dejó mal sabor de boca ya que fue convirtiéndose en una auténtica artista del sexo prematuro el cual combinó con cocaína, anfetaminas y desapariciones de fin de semana. Así hasta las veintidós años, edad en la que sus padres la internaron en una clínica de desintoxicación en la que estuvo cerca de un año para salir limpia. Limpia por dentro y por fuera, se quedó sin alma pero, en realidad, el alma la había hipotecado hacía seis años cuando comenzó esa carrera de excesos sin meta.
Por otro lado Calloway había sido el lado opuesto de las opciones que se le pueden plantear a un adolescente. Sus dieciséis años los celebró en su casas escuchando el disco “What’s the story morning glory” de Oasis, solo. Y podría jurar allá donde le preguntaran que había sido uno de sus mejores cumpleaños, tarde de música y cena con sus padres en casa tomando hamburguesas caseras preparadas por mamá. Había invitado a su amigo Esteban pero solamente pudieron estar un rato juntos porque era viernes y había quedado con otros compañeros del instituto para dar una vuelta. Calloway no salía, apenas, era un poco marginado o un poco pasota. Pero eso no duraría mucho, poco a poco su cultura musical comenzó a provocar el interés de su clase, sabía todo lo último que se publicaba y además tenía un criterio excelente. En unos meses empezó a escribir una especie de fanzine que se inventó para el instituto y al final de aquel curso era una de las personas más populares.
Isabel y Calloway venían de mundos distintos, mundos distintos no solamente en lo tangible sino en lo que sus almas habían anhelado y aprendido desde que nacieron. Isabel nació siendo una joya con el futuro de un juguete roto y Calloway era una joya sin pulir con las trazas de un palacio por construir.

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